El riesgo del encasillamiento

Queda poco para irme de vacaciones y prefiero tomarme mi tiempo para traeros algunas cositas que tengo en mente. Así que hoy prefiero escribir esta pequeña reflexión sobre la discapacidad y el encasillamiento. Sé que habrá gente que esté de acuerdo y gente que opine diferente, pero bueno, para eso estamos aquí; para generar un poco de debate y agitar el avispero.

El tema es simple. Una vez hemos hecho las cosas accesibles para que podamos integrarnos profesional y personalmente en la sociedad, ¿hay alguna forma de sortear ese pozo llamado encasillamiento? Quizás no sepáis de qué hablo. Bueno, en realidad, seguro que lo sabéis. Estoy convencido de que muchos lo habéis vivido mil veces en vuestra propia piel. Así que, no me ando con más preámbulos.

Todos hemos conocido esos actores que, por uno u otro motivo, son indefectiblemente tronchantes. Se me vienen a la cabeza nombres como Fernando Tejero o Jim Carrey. Personas a las que nada más verles la cara o escuchar su voz (o la del doblador de turno), se nos dibuja una sonrisa. Sabemos que nos vamos a reír y mucho. Es Sólo cuestión de tiempo.
Pero esta facilidad para soltarnos el diafragma es sólo una de las caras de la moneda. Porque, si nos ponemos a pensar sesudamente, ¿cuántos trabajos fuera de la comedia recordamos de estos actores? Si somos muy cinéfilos, a lo mejor encontramos una pequeña maravilla perdida en la videoteca. Un tesoro polvoriento que poca gente ha tenido el placer de disfrutar. Casi nadie piensa en ellos como fuente de un drama o un thriller trepidante. Son actores encasillados en su género.
Del mismo modo, ¿no produce la discapacidad un cierto encasillamiento? Hasta hace bien poco, si uno padecía ceguera, prácticamente su única opción en la vida era dedicarse a la venta del cupón. Por suerte, gracias a muchos factores, esa época ha ido quedando cada vez más atrás. Aun así, hay toda una serie de disciplinas para las que, si uno no ve muy allá, persiste cierta predilección: fisioterapia, servicios sociales….
Incluso si hemos tenido la suerte de poder estudiar informática, una ingeniería en el mejor de los casos, sabemos desarrollar aplicaciones móviles, web, backend, podemos administrar servidores e infraestructura en la nube, ser tan competentes como cualquiera en el campo de la inteligencia artificial o el blockchain… Aun en ese caso, mucha gente nos verá como personas ideales para evaluar la accesibilidad de aplicaciones y corregir los problemas que tengan.
Vale, de acuerdo, esto no es malo. De hecho, es bueno que las empresas y las instituciones empiecen a darnos un poco de cariño. Y si hemos estudiado desarrollo de software, seguro que algo de HTML hemos tocado. No está de más conocer las WCAG, WAI-ARIA y todo eso. Si tenemos un poco más de interés, hasta podemos bucear un poco más y aprender cómo funciona el tema de la accesibilidad en diferentes sistemas, las APIs que se utilizan…
El problema es que ese conocimiento no es excesivamente profundo. Cualquiera que tome un curso de unas semanas puede evaluar la accesibilidad de un sitio web o una aplicación, sobre todo con la ayuda de herramientas automatizadas. Incluso puede hacerlo mejor que nosotros. No hay que olvidar que ese valor añadido que ofrecemos se debe a nuestro punto de vista, nuestra carencia de algún sentido o habilidad. Siendo ciego, por ejemplo, es muy sencillo descubrir las imágenes que no tienen texto alternativo o los elementos que no están etiquetados correctamente de forma semántica. Sólo tengo que darme un paseo con el lector de pantalla e ir tomando nota. Sin embargo, se me hace más complicado emitir un veredicto sobre el contraste de algunos elementos, la visibilidad de otros y los inconvenientes que pueden producir ciertos colores. No es algo muy severo, especialmente si se trabaja en equipo. Pero es una realidad que está ahí.
Asumir esto, encasillarnos en esa relación profesional discapacidad-accesibilidad por defecto, es algo arriesgado. ¿Por qué? Es difícil pensar que llegará el día en que los espectadores aborrecerán la comedia y los actores de los que hablamos se quedarán sin papeles que representar. Seguro que la jubilación llega antes. Sin embargo, el sector de la informática y el desarrollo software avanza a una velocidad trepidante. Lo que hace años parecían sólo quimeras, ahora son reales en forma de Chat GPT y otros servicios alucinantes. Si hasta ahora contábamos con herramientas automáticas que eran capaces de identificar, con mayor o menor acierto, los problemas de accesibilidad que tiene un sitio web, una aplicación o un documento, ¿quién nos dice que dentro de poco no tendremos herramientas que cubran casi por completo todos los criterios de accesibilidad y con un porcentaje de acierto similar al humano? Quizá incluso se integren en los entornos de desarrollo, avisen y aconsejen a los programadores para mejorar sus interfaces y hacerlas más accesibles. Ya no habrá necesidad de evaluadores ni de expertos en desarrollo accesible.
Entonces, si como individuos o colectivo, nos encasillamos en estos roles, el pozo en el que antes caíamos casi por inercia, desaparecerá. Nos encontraremos vagando por un páramo en el que veremos un kiosco a lo lejos como única referencia, preguntándonos qué ha pasado exactamente. Y, como hace años, habrá que volver a abrir camino y hacer ver a la gente que servimos para algo más que vender cupones.
Por supuesto, quizá esta es una visión muy pesimista, casi catastrofista. Pero, en un mundo donde los avances de siglos se han condensado en décadas, y los de décadas, en meses, no está de más ser cautos. Guardar todos los huevos en la misma cesta siempre es un riesgo. Diversificar las inversiones, en este caso de conocimiento y experiencia, es la mejor forma de no hundirnos en cuanto se lanza el primer torpedo.
¿Qué pensáis vosotros? ¡Dejadlo en los comentarios o en las redes sociales!

Comentarios

Una respuesta a «El riesgo del encasillamiento»

  1. Avatar de Anónimo
    Anónimo

    Lo he compartido en Linkedin y he puesto este comentario: "En mi opinión es aplicable a todas las personas y a todos los sectores. Quien se acomode en su puesto, corre el riesgo de ser excluído en algún mnento del avance tecnológico. Claro está, que la discapacidad tiene un mayor riesgo puesto que las opciones que le quedan respecto al resto de la población son muchísimo menores. "

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