Como cada año, esta primavera las compañías tecnológicas realizaron sus eventos para desarrolladores, en los que presentan las novedades que llegarán a sus plataformas en los siguientes meses. Ya hablamos sobre lo que Google y Apple tenían preparado en cuanto a accesibilidad se refiere. Sin embargo, no encontraréis una entrada para las características que Microsoft iba a introducir este próximo año en Windows 11.
¿Por qué? El principal motivo es que no se anunció ninguna característica de gran calado en el ámbito que nos ocupa. Aun así, Microsoft está inmersa en la revolución de la inteligencia artificial (IA). Comenzó con la integración en su buscador Bing, continuó con su suite ofimática Microsoft Office, prosiguió con otras aplicaciones de productividad, como OneDrive o Teams, y la traca final debía venir este otoño, acompañando a la actualización Moment 4 de Windows 11.
Windows Copilot sería un compañero casi omnipotente en el sistema operativo. No sólo podría resolvernos cuestiones accediendo a los datos de nuestra agenda, contactos o documentos. También sería capaz de realizar acciones complejas del sistema con sólo pedírselo. Algo así como las capacidades que Siri tiene en el sistema de la manzana, pero mucho más inteligente y cómodo. Por tanto, no es una característica puramente enfocada a la accesibilidad, sino a la usabilidad, pero que podría tener un gran impacto en un número ingente de usuarios. Una funcionalidad que haría sobresalir a Windows por encima de sus competidores. Eso esperábamos, hasta que se anunció la actualización… ¡y Copilot no estaría disponible en el territorio de la Unión Europea!
Privacidad VS Accesibilidad
No es un secreto. En la última década, las empresas tecnológicas han dado un importante salto a la hora de ofrecer a los usuarios las capacidades e información que requieren en cada momento. Podemos acceder a nuestras fotos, documento, calendario y contactos desde cualquiera de nuestros dispositivos, sea de escritorio o móvil. Incluso los dispositivos del internet de las cosas (IoT), tales como los altavoces inteligentes, las Smart TV o los wearables, tienen acceso a nuestros datos de forma constante. ¡Hasta a los datos de salud!
Es innegable que todo esto nos ahorra tiempo y dolores de cabeza, pero también pagamos un precio. Nuestros datos están en manos de terceros en servidores a miles de kilómetros. Intentamos confiar en que las empresas se limitarán a hacer un uso adecuado de ellos, tal y como informan en sus términos de uso, si es que nos paramos a leerlos. Pero, a pesar de todo, nada nos lo garantiza. Siempre pueden hacerse usos poco éticos o incluso estar expuestos al robo de nuestros datos por parte de ciberdelincuentes.
Es por eso que la Unión Europea establece una serie de condiciones para el uso adecuado de los datos a cualquier empresa tecnológica que opere en el territorio comunitario. Esta política ha ocasionado algunos enfrentamientos entre las autoridades europeas, las empresas y hasta otros gobiernos, que discrepan en cuanto a las limitaciones que se imponen en el viejo continente. Tampoco es la panacea en cuanto a la privacidad, seamos sinceros. Pero sí que nos da un pequeño tejadillo bajo el que cobijarnos de la que está cayendo ahí fuera.
Ya os podéis imaginar lo que ocurre con Windows Copilot. ¿Una herramienta de IA que analiza constantemente nuestra interacción con el dispositivo y nuestros datos para ofrecernos en cada momento justo lo que necesitamos? Suena magnífico, salvo que viola las restricciones impuestas por Bruselas en materia de privacidad. Así que, Windows 11 no contará con Copilot en esta región del mundo. Es posible que nunca lo haga, o si lo hace, sea como una versión descafeinada del concepto original. Así que, los posibles beneficios para la accesibilidad que podría traer consigo, también tendrán que esperar indefinidamente.
Elección VS imposición
Llegados a este punto, cabe preguntarse si no deberíamos ser los usuarios quienes decidiésemos de manera libre qué datos queremos ceder a las empresas, cómo queremos hacerlo y para qué queremos hacerlo. La Unión Europea restringe esto, velando por nosotros como si fuera una madre protectora. Pero todo hijo ansía salir de debajo del ala materna y tomar su propio camino en la vida. Si quiero ofrecer voluntariamente mis datos para poder utilizar una aplicación o característica determinada, ¿por qué alguien debería impedírmelo?
Démosle ahora la vuelta a la cuestión. ¿Alguien es realmente consciente de la autorización que hace sobre sus datos al aceptar los términos y condiciones de la infinidad de servicios que utilizamos a diario? Probablemente, no. En parte por falta de tiempo para leer las extensas cláusulas. En parte porque, si lo fuésemos, nos daría miedo marcar la casilla de “acepto”. Incluso, si creemos entender lo que estamos consintiendo, es difícil de imaginar los fines para los que puede ser utilizada nuestra información. Así que, ¿por qué deberían las autoridades dejarnos hacer algo de lo que no alcanzamos a comprender las consecuencias?
Son grandes preguntas para las que yo, personalmente, no tengo una respuesta clara que daros. ¿Qué opináis vosotros? ¿Os gustaría disponer de más características y sistemas más accesibles a cambio de que las empresas utilicen vuestra información privada? ¡Dejádnoslo en los comentarios!
Deja una respuesta